Resulta notable comprobar la actualidad del pensamiento pedagógico de John Dewey (Vermont, 1859-Nueva York, 1952). Sus escritos resultan una fuente inagotable de ideas, conceptos y propuestas que, a casi un siglo de ser elaborados -recordemos que Educación y democracia, seguramente su obra clave, fue escrita en 1916- siguen interpelando agudamente nuestras prácticas. La escuela como motor de transformación social democrática, el lugar que los intereses de los alumnos pueden ocupar en la práctica cotidiana en el aula, el rol creativo de los docentes, entre otras cuestiones, plantean aún hoy desde los textos de Dewey interesantes desafíos a quienes se interesen por su obra.
Dewey, filósofo egresado de la Universidad Johns Hopkins, comienza a interesarse por la educación a partir de la influencia que ejerce sobre él Alice Chipman, su esposa, que trabajaba como maestra de grado en escuelas del estado de Illinois. Y su acercamiento a la pedagogía resultará, finalmente, decisivo en su posicionamiento como filósofo. Brevemente, diremos que Dewey sostenía la existencia de una inherente relación entre lo que definía como la "necesidad de filosofar" y la "necesidad de educar", fundamentada en el pragmatismo, el movimiento filosófico que sostiene que la validez de una teoría se basa fundamentalmente en sus efectos prácticos sobre la realidad.
Sobre el enfoque pedagógico
Según Robert Westbrook, el enfoque pedagógico de Dewey se sitúa en un punto intermedio entre la pedagogía "centrada en el currículum", conservadora, y la pedagogía "centrada en el alumno", más cercana a pedagogos como J. F. Herbart. Este punto merece una aclaración: suele pensarse a Dewey como el padre de la pedagogía centrada en el niño; sin embargo, Westbrook realiza una sutil distinción al indicar que si bien para Dewey es fundamental poner la mirada en el alumno y sus intereses, su posición no es tan radical como la de Herbart y sus seguidores, pues Dewey entiende que es necesario relacionar los intereses del niño con los contenidos social e históricamente definidos en el currículum escolar. De este modo, las características del niño no constituyen un fin en sí mismas sino que son valoradas en tanto posibilitadoras de acciones y experiencias, y será función del maestro el poder explotarlas.
De manera muy sintética, diremos que la posición instrumentalista que vertebra el pensamiento filosófico de Dewey es la clave para entender sus ideas pedagógicas. Según su planteo, el pensamiento es fundamentalmente una herramienta que permite actuar sobre la realidad a la vez que se nutre de ella, y el conocimiento no es sino el resultado de las experiencias con el mundo. El conocimiento es, por lo tanto, pensamiento que pasa por el tamiz de la acción.
De esto se deduce que la posibilidad de actuar sobre el mundo, de experimentar con él, es un elemento fundamental para comprender el planteo de este autor: Dewey sostenía que tanto los niños como los adultos aprenden a partir de la confrontación con situaciones problemáticas, que aparecen a partir de los propios intereses.
El rol del docente
Dewey afirmaba que el alumno es un sujeto activo, y que es tarea del docente generar entornos estimulantes para desarrollar y orientar esta capacidad de actuar. De este modo, es el maestro quien debe conectar los contenidos del currículum con los intereses de los alumnos. También entendía que el conocimiento no puede ser impuesto desde afuera o transmitido en forma repetitiva, dado que en esa imposición ciega el alumno pierde la posibilidad de comprender los procesos que permitieron la construcción de ese conocimiento.
Según Dewey, "El diálogo no agota la experiencia cuando esta se hace común, ni aquel cesa entonces, sino que la comunicación es dialéctica y reconstruye la experiencia, es decir, la inquieta, la motiva a renovarse. Por ello, el maestro debe obrar de tal manera que aumente el significado de la experiencia presente".
La "escuela Dewey" o "escuela del laboratorio"
A partir de estas premisas, Dewey llevará adelante un proyecto de escuela experimental en el contexto de la Universidad de Chicago. Su escuela, conformada por maestros especialmente formados de acuerdo con los principios de su pedagogía, puso en práctica sus ideas respecto de la necesaria interacción entre teoría y práctica en los procesos de enseñanza y aprendizaje. El desafío de esta escuela era, según Dewey, "descubrir en la administración y la selección de materias los métodos de aprender, enseñar, y disciplinar. Cómo una escuela podría volverse una comunidad cooperativa mientras desarrolla en los individuos sus propias capacidades y satisface sus propias necesidades".
En esta escuela los niños desarrollaban, divididos en clases por edades, tareas vinculadas al mundo de la producción y la práctica, que llamaba "ocupaciones". La búsqueda se orientaba a que los alumnos tuvieran la posibilidad de experimentar con situaciones concretas de trabajo y producción, debiendo recurrir a los conocimientos curriculares toda vez que fueran necesarios para resolver problemas. Dewey nunca pierde de vista que los contenidos escolares no son sino el resultado de un largo proceso durante el cual la humanidad ha tenido que resolver diferentes problemas.
Además, en este proyecto pudo Dewey llevar adelante su propuesta de articular escuela y democracia, tema fundamental de sus desarrollos en pedagogía. Su propuesta consistía -de manera sintética- en convertir las escuelas en sociedades en miniatura, que pudieran sostener aspectos positivos de la vida adulta dejando fuera elementos rutinarios e imitativos. La escuela se convierte, de ese modo, en el principal motor de progreso social e individual. Decía Dewey que en la escuela, el ideal debía ser la reconciliación de los intereses individuales y colectivos.
Durante la mayor parte de su vida, Dewey fue profundamente optimista respecto del rol transformador de la educación sistemática, pero su optimismo sería con el tiempo blanco de profundas críticas: se lo tildó de ingenuo por no tomar en cuenta factores sociales exteriores a la educación escolar, como por ejemplo la pertenencia de clase de los alumnos.
Legado
No hay acuerdo acerca del verdadero impacto de la teoría de Dewey en la educación occidental, y la norteamericana en particular. Westbrook sostiene que el impacto de su obra fue, a la hora de tomar decisiones sobre políticas educativas, relativamente bajo, pero que sin embargo Dewey fue sistemáticamente puesto en el lugar de "enemigo" por las posiciones más conservadoras de la educación norteamericana. Este dato nos da pistas respecto del lugar de Dewey en la historia de la pedagogía moderna: se puede afirmar que su planteo es disruptivo respecto de algunas coordenadas que han organizado el andar de la pedagogía más tradicional. Es por eso que sus ideas nos siguen interrogando hoy, ya que ponen en cuestión algunos de los supuestos que organizan cotidianamente la tarea de muchos docentes. El énfasis puesto en el rol activo y experiencial del alumno, en la importancia de lo que hoy llamaríamos "saberes previos" -a partir de la importancia otorgada a las experiencias concretas de los sujetos en el mundo-, el rol asignado al docente -vinculado centralmente a la búsqueda creativa por vincular currículum formal e intereses de los niños-, y su concepción de escuela y democracia explican que Dewey sea un pedagogo cuya lectura deja entre signos de interrogación algunos de los aspectos "duros" de la práctica escolar de los últimos cien años. De este modo, cuestiones tales como el carácter descontextualizado del conocimiento escolar, la escuela entendida como lugar cerrado y aislado, el lugar del docente como fuente principal de conocimiento, y la poca importancia otorgada a los conocimientos experienciales de los alumnos obtenidos fuera de la escuela, que son cuestiones muchas veces invisibilizadas en las prácticas, pueden ser repensadas a partir de la lectura de su obra.
Nuevos escenarios
Sus ideas poseen actualidad también para pensar el lugar de las nuevas tecnologías en la escuela. En primer lugar, si recuperamos la antigua discusión acerca del tipo de uso que de estas tecnologías se pueda proponer en las aulas, pensaremos en la ya clásica oposición entre un uso mecánico, irreflexivo y descontextualizado versus un uso vinculado a la capacidad de resolución de problemas, sobre a cuestiones tanto prácticas, concretas, como de mayor nivel de abstracción. En este sentido, se recupera el énfasis de Dewey en poner en juego los intereses de los alumnos en la práctica áulica y la fundamental cuestión del alumno como sujeto activo. Y si pensamos en las nuevas generaciones de alumnos que están ingresando en la escolaridad, no se puede dejar de tener en cuenta su condición de nativos digitales -por supuesto, con el resguardo de considerar las posibilidades diferenciales de acceso- y desde allí comenzar a entender cómo plantear prácticas que tengan sentido para ellos.
Y en segundo lugar -desde ya, sin agotar esta articulación-, interesa recuperar la idea deweyana de un docente que estimule y genere entornos de trabajo interesantes, y que permita y favorezca el despliegue de las potencialidades de sus alumnos. Una vía de trabajo posible será a partir de la generación de actividades con TIC en las que ambos actores puedan intercambiar información y saberes -entendiendo que no se debilita con este tipo de estrategias el lugar del docente sino, por el contrario, que en los nuevos contextos de enseñanza y aprendizaje resulta necesario revisar cómo construir nuevas legitimidades a partir de nuevas formas de trabajo-. En este enlace del portal educ.ar, se puede encontrar una experiencia que permite pensar sobre todas estas cuestiones.
La escuela de las hermanas Cossettini
En nuestro país, la de las hermanas Cosettini, en la provincia de Santa Fe, es seguramente la más importante de las experiencias vinculadas a la pedagogía de Dewey. Esta experiencia -influida además por la obra de María Montessori, en particular en relación al trabajo con los "centros de interés"- tiene en su fundamento la huella de la concepción de Dewey sobre la búsqueda del quiebre en la dualidad entre teoría y práctica.
Para trabajar sobre la experiencia de las hermanas Cossettini a partir de las lecturas de Dewey, sugerimos el siguiente recurso en el portal educ.ar: La escuela de la señorita Olga, con fragmentos del documental dirigido por Mario Piazza.
Algunas preguntas pueden orientar el trabajo con este material:
_¿Qué características adoptó el denominado "trabajo escolar" en esta escuela?
_¿En cuáles de las actividades planteadas se puede detectar la influencia de la pedagogía de John Dewey?
_¿Cuáles son las principales diferencias con la forma de llevar adelante la práctica educativa durante esos mismos años en nuestro país?
_¿Qué impacto tiene sobre los procesos de enseñanza y aprendizaje esta modalidad de trabajo?
_¿Podría plantearse hoy una modalidad de trabajo como la de las hermanas Cossettini en una escuela pública?
(Recurso sugerido para el trabajo en Institutos de Formación Docente)
Enlaces de interés en la web:
John Dewey
Artículo de Robert Westbrook en Perspectivas, revista de educación comparada (París, Unesco: Oficina Internacional de Educación, vol. XXIII, números 1-2, 1993)
Educación y Democracia: aportes de John Dewey
Artículo de Juan Carlos Geneyro, revista ESTUDIOS, Invierno 1994-Primavera 1995
John Dewey: filósofo de la educación democrática
Artículo de Stephen W. Gilbert, revista Sincronía, 2001
Algunas de sus obras:
Mi credo pedagógico (1897)
Escuela y sociedad (1899)
Principios morales en educación (1909)
Educación y democracia (1916)
Dewey, filósofo egresado de la Universidad Johns Hopkins, comienza a interesarse por la educación a partir de la influencia que ejerce sobre él Alice Chipman, su esposa, que trabajaba como maestra de grado en escuelas del estado de Illinois. Y su acercamiento a la pedagogía resultará, finalmente, decisivo en su posicionamiento como filósofo. Brevemente, diremos que Dewey sostenía la existencia de una inherente relación entre lo que definía como la "necesidad de filosofar" y la "necesidad de educar", fundamentada en el pragmatismo, el movimiento filosófico que sostiene que la validez de una teoría se basa fundamentalmente en sus efectos prácticos sobre la realidad.
Sobre el enfoque pedagógico
Según Robert Westbrook, el enfoque pedagógico de Dewey se sitúa en un punto intermedio entre la pedagogía "centrada en el currículum", conservadora, y la pedagogía "centrada en el alumno", más cercana a pedagogos como J. F. Herbart. Este punto merece una aclaración: suele pensarse a Dewey como el padre de la pedagogía centrada en el niño; sin embargo, Westbrook realiza una sutil distinción al indicar que si bien para Dewey es fundamental poner la mirada en el alumno y sus intereses, su posición no es tan radical como la de Herbart y sus seguidores, pues Dewey entiende que es necesario relacionar los intereses del niño con los contenidos social e históricamente definidos en el currículum escolar. De este modo, las características del niño no constituyen un fin en sí mismas sino que son valoradas en tanto posibilitadoras de acciones y experiencias, y será función del maestro el poder explotarlas.
De manera muy sintética, diremos que la posición instrumentalista que vertebra el pensamiento filosófico de Dewey es la clave para entender sus ideas pedagógicas. Según su planteo, el pensamiento es fundamentalmente una herramienta que permite actuar sobre la realidad a la vez que se nutre de ella, y el conocimiento no es sino el resultado de las experiencias con el mundo. El conocimiento es, por lo tanto, pensamiento que pasa por el tamiz de la acción.
De esto se deduce que la posibilidad de actuar sobre el mundo, de experimentar con él, es un elemento fundamental para comprender el planteo de este autor: Dewey sostenía que tanto los niños como los adultos aprenden a partir de la confrontación con situaciones problemáticas, que aparecen a partir de los propios intereses.
El rol del docente
Dewey afirmaba que el alumno es un sujeto activo, y que es tarea del docente generar entornos estimulantes para desarrollar y orientar esta capacidad de actuar. De este modo, es el maestro quien debe conectar los contenidos del currículum con los intereses de los alumnos. También entendía que el conocimiento no puede ser impuesto desde afuera o transmitido en forma repetitiva, dado que en esa imposición ciega el alumno pierde la posibilidad de comprender los procesos que permitieron la construcción de ese conocimiento.
Según Dewey, "El diálogo no agota la experiencia cuando esta se hace común, ni aquel cesa entonces, sino que la comunicación es dialéctica y reconstruye la experiencia, es decir, la inquieta, la motiva a renovarse. Por ello, el maestro debe obrar de tal manera que aumente el significado de la experiencia presente".
La "escuela Dewey" o "escuela del laboratorio"
A partir de estas premisas, Dewey llevará adelante un proyecto de escuela experimental en el contexto de la Universidad de Chicago. Su escuela, conformada por maestros especialmente formados de acuerdo con los principios de su pedagogía, puso en práctica sus ideas respecto de la necesaria interacción entre teoría y práctica en los procesos de enseñanza y aprendizaje. El desafío de esta escuela era, según Dewey, "descubrir en la administración y la selección de materias los métodos de aprender, enseñar, y disciplinar. Cómo una escuela podría volverse una comunidad cooperativa mientras desarrolla en los individuos sus propias capacidades y satisface sus propias necesidades".
En esta escuela los niños desarrollaban, divididos en clases por edades, tareas vinculadas al mundo de la producción y la práctica, que llamaba "ocupaciones". La búsqueda se orientaba a que los alumnos tuvieran la posibilidad de experimentar con situaciones concretas de trabajo y producción, debiendo recurrir a los conocimientos curriculares toda vez que fueran necesarios para resolver problemas. Dewey nunca pierde de vista que los contenidos escolares no son sino el resultado de un largo proceso durante el cual la humanidad ha tenido que resolver diferentes problemas.
Además, en este proyecto pudo Dewey llevar adelante su propuesta de articular escuela y democracia, tema fundamental de sus desarrollos en pedagogía. Su propuesta consistía -de manera sintética- en convertir las escuelas en sociedades en miniatura, que pudieran sostener aspectos positivos de la vida adulta dejando fuera elementos rutinarios e imitativos. La escuela se convierte, de ese modo, en el principal motor de progreso social e individual. Decía Dewey que en la escuela, el ideal debía ser la reconciliación de los intereses individuales y colectivos.
Durante la mayor parte de su vida, Dewey fue profundamente optimista respecto del rol transformador de la educación sistemática, pero su optimismo sería con el tiempo blanco de profundas críticas: se lo tildó de ingenuo por no tomar en cuenta factores sociales exteriores a la educación escolar, como por ejemplo la pertenencia de clase de los alumnos.
Legado
No hay acuerdo acerca del verdadero impacto de la teoría de Dewey en la educación occidental, y la norteamericana en particular. Westbrook sostiene que el impacto de su obra fue, a la hora de tomar decisiones sobre políticas educativas, relativamente bajo, pero que sin embargo Dewey fue sistemáticamente puesto en el lugar de "enemigo" por las posiciones más conservadoras de la educación norteamericana. Este dato nos da pistas respecto del lugar de Dewey en la historia de la pedagogía moderna: se puede afirmar que su planteo es disruptivo respecto de algunas coordenadas que han organizado el andar de la pedagogía más tradicional. Es por eso que sus ideas nos siguen interrogando hoy, ya que ponen en cuestión algunos de los supuestos que organizan cotidianamente la tarea de muchos docentes. El énfasis puesto en el rol activo y experiencial del alumno, en la importancia de lo que hoy llamaríamos "saberes previos" -a partir de la importancia otorgada a las experiencias concretas de los sujetos en el mundo-, el rol asignado al docente -vinculado centralmente a la búsqueda creativa por vincular currículum formal e intereses de los niños-, y su concepción de escuela y democracia explican que Dewey sea un pedagogo cuya lectura deja entre signos de interrogación algunos de los aspectos "duros" de la práctica escolar de los últimos cien años. De este modo, cuestiones tales como el carácter descontextualizado del conocimiento escolar, la escuela entendida como lugar cerrado y aislado, el lugar del docente como fuente principal de conocimiento, y la poca importancia otorgada a los conocimientos experienciales de los alumnos obtenidos fuera de la escuela, que son cuestiones muchas veces invisibilizadas en las prácticas, pueden ser repensadas a partir de la lectura de su obra.
Nuevos escenarios
Sus ideas poseen actualidad también para pensar el lugar de las nuevas tecnologías en la escuela. En primer lugar, si recuperamos la antigua discusión acerca del tipo de uso que de estas tecnologías se pueda proponer en las aulas, pensaremos en la ya clásica oposición entre un uso mecánico, irreflexivo y descontextualizado versus un uso vinculado a la capacidad de resolución de problemas, sobre a cuestiones tanto prácticas, concretas, como de mayor nivel de abstracción. En este sentido, se recupera el énfasis de Dewey en poner en juego los intereses de los alumnos en la práctica áulica y la fundamental cuestión del alumno como sujeto activo. Y si pensamos en las nuevas generaciones de alumnos que están ingresando en la escolaridad, no se puede dejar de tener en cuenta su condición de nativos digitales -por supuesto, con el resguardo de considerar las posibilidades diferenciales de acceso- y desde allí comenzar a entender cómo plantear prácticas que tengan sentido para ellos.
Y en segundo lugar -desde ya, sin agotar esta articulación-, interesa recuperar la idea deweyana de un docente que estimule y genere entornos de trabajo interesantes, y que permita y favorezca el despliegue de las potencialidades de sus alumnos. Una vía de trabajo posible será a partir de la generación de actividades con TIC en las que ambos actores puedan intercambiar información y saberes -entendiendo que no se debilita con este tipo de estrategias el lugar del docente sino, por el contrario, que en los nuevos contextos de enseñanza y aprendizaje resulta necesario revisar cómo construir nuevas legitimidades a partir de nuevas formas de trabajo-. En este enlace del portal educ.ar, se puede encontrar una experiencia que permite pensar sobre todas estas cuestiones.
La escuela de las hermanas Cossettini
En nuestro país, la de las hermanas Cosettini, en la provincia de Santa Fe, es seguramente la más importante de las experiencias vinculadas a la pedagogía de Dewey. Esta experiencia -influida además por la obra de María Montessori, en particular en relación al trabajo con los "centros de interés"- tiene en su fundamento la huella de la concepción de Dewey sobre la búsqueda del quiebre en la dualidad entre teoría y práctica.
Para trabajar sobre la experiencia de las hermanas Cossettini a partir de las lecturas de Dewey, sugerimos el siguiente recurso en el portal educ.ar: La escuela de la señorita Olga, con fragmentos del documental dirigido por Mario Piazza.
Algunas preguntas pueden orientar el trabajo con este material:
_¿Qué características adoptó el denominado "trabajo escolar" en esta escuela?
_¿En cuáles de las actividades planteadas se puede detectar la influencia de la pedagogía de John Dewey?
_¿Cuáles son las principales diferencias con la forma de llevar adelante la práctica educativa durante esos mismos años en nuestro país?
_¿Qué impacto tiene sobre los procesos de enseñanza y aprendizaje esta modalidad de trabajo?
_¿Podría plantearse hoy una modalidad de trabajo como la de las hermanas Cossettini en una escuela pública?
(Recurso sugerido para el trabajo en Institutos de Formación Docente)
Enlaces de interés en la web:
John Dewey
Artículo de Robert Westbrook en Perspectivas, revista de educación comparada (París, Unesco: Oficina Internacional de Educación, vol. XXIII, números 1-2, 1993)
Educación y Democracia: aportes de John Dewey
Artículo de Juan Carlos Geneyro, revista ESTUDIOS, Invierno 1994-Primavera 1995
John Dewey: filósofo de la educación democrática
Artículo de Stephen W. Gilbert, revista Sincronía, 2001
Algunas de sus obras:
Mi credo pedagógico (1897)
Escuela y sociedad (1899)
Principios morales en educación (1909)
Educación y democracia (1916)